Por Alain Mullenex,
Joan B. Townsend, antropóloga canadiense, define el neochamanismo como un movimiento «que combina aspectos específicos del chamanismo tradicional, procedente de diversas sociedades alrededor del mundo, con un nuevo complejo de prácticas y creencias». Enmarca los orígenes del neochamanismo en la década de los sesenta del siglo pasado, cuando el movimiento hippie impulsó la idea de buscar el contacto directo con lo trascendente y cuando algunos antropólogos estudiaron con chamanes indígenas que habían conservado sus sistemas tradicionales, convirtiéndose en sus aprendices, en un intento por asimilar de primera mano los sistemas chamánicos, alejándose del punto de vista teórico y anecdótico de sus antecesores.
En este sentido, ella destaca los trabajos de Michael Harner con los chamanes sudamericanos, los de Peter Furst y Barbara Myerhoff sobre el chamanismo huichol en el norte de México y los polémicos estudios de Carlos Castaneda, sobre su aprendizaje con el chamán-brujo yaqui llamado don Juan, también en el norte de México. Podemos incluir también los estudios de Josep Maria Fericgla, aprendiz de los Shuar (jíbaros) ecuatorianos; los de Jacobo Grinberg-Zimmerman, seguidor de Pachita y otros chamanes mexicanos.
El neochamanismo se nutre del chamanismo para construir una espiritualidad y una mística más amplia donde algunos incluyen elementos de otras culturas (por ejemplo: cristales, auras, chakras, contactos con maestros ascendidos) y donde los principios del chamanismo permiten la recuperación del vínculo con la naturaleza. Este enfoque profundamente ecológico nos explica también porque hay un interés cada vez más importante por el chamanismo en las últimas décadas. Este interés conlleva los riesgos que conocemos a nivel de malas prácticas y abusos por partes de “grupos neochamanicos”, sin hablar del abusivo mercado de consumo de las formaciones o diplomas “para ser un chamán”.
Michel Perrin, especialista francés del chamanismo propone una definición similar del neochamanismo: “el neochamanismo es un conjunto de creencias y prácticas espirituales religió sincréticos procedentes de una mezcla de numerosas cosmologías a carácter universal”.
Por un lado, el neochamán comparte las siguientes creencias del chamán:
- Creencia en la existencia de más de una realidad y que el todo está interconectado.
- La otra realidad es el lugar donde viven otros tipos de espíritus, entidades, espíritus de los muertos y a menudo el ser supremo.
- Uno puede viajar por la realidad alternativa para tener ayuda y orientación de los espíritus y los actos realizados en esta realidad, tienen impacto en la realidad ordinaria.
Por otro lado, la figura del neochamán se distingue radicalmente del chamán:
- El chamán es un ser social, viviendo en comunidad y es parte integral de su sociedad. No se puede desvincular el chamán de su parte comunitaria como agente unificador y pacificador de la comunidad. Pocas personas suelen ser chamanes en las tribus por la responsabilidad y el complejo proceso que implica.
- El neochamán desarrolla su práctica de forma más individual y los grupos con los cuales trabaja suelen ser pequeños, en talleres o retiros, sin estructura social y de corta duración. El neochamán está en un camino propio de búsqueda de la trascendencia y no es responsable por una comunidad.
Crítica al neochamanismo
Según, Eugeni Porras Carrillo, etnólogo especialista en chamanismo, el lado del neochamanismo que más se ha popularizado, ha contribuido en “crear una imagen desfigurada del chamán o curandero nativo al no tomar en cuenta que sus capacidades y sus funciones están prioritariamente inmersos en una compleja red de relaciones sociales entre los otros sujetos y elementos del grupo al que se adscribe”.
Porras Carrillo rescata unos trabajos de la psicología transpersonal, como una forma de ir más allá “de la descontextualización y radical aplicación del chamanismo”, que representan unas prácticas neochamanicas como las del Método Harner para él, donde se limita a recrear el ambiente y los instrumentos del chamán.
Hay muchos aspectos, métodos e instrumentos que pueden ser rescatados y refuncionalizados en los nuevos enfoques de la medicina y de la psicología. Cita el ejemplo de Joan Hallifax como terapeuta-chamán, con su método de curación caminando por la soledad del desierto de California y los trabajos de Holger Kalweit de la aceptación del dolor y de la transformación del sufrimiento.
Sin embargo, si el chamanismo es “un sistema extremadamente complejo que tiene que ver con toda la cultura del grupo, exige una dedicación completa que abarca todos los aspectos de la vida del chamán y es fundamentalmente un servicio a los demás miembros de la colectividad”.
El neochamanismo se limita a ser “un conjunto de técnicas o mecanismos imitados o extraídos de las prácticas observadas en otras culturas que ayudan a llenar los huecos de sentido y conocimiento, así como la ineficacia de los sistemas biomédicos, que tienen las sociedades occidentales en donde el «espíritu científico» es el predominante”.
La idea no es desvalorizar el neochamanismo que ha mostrado que algunas de sus técnicas funcionan en el trabajo psicoterapéutico transpersonal, pero más de intentar poner las cosas en sus lugares y entender el cómo podemos sintetizar prácticas chamánicas adaptadas a la psicoterapia desde la integridad y la conciencia.
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