Por Alain Mullenex,
El contexto de pandemia, conflictos sociales y emergencia climática nos interpela de una forma clara y directa. Repensar nuestra conexión con la naturaleza y el medio ambiente se ha convertido en algo esencial, ya sea por la necesidad íntima de una mayor conexión con la naturaleza o por la supervivencia de la especie humana en este planeta.
Desde el Centro Empagenia (centro de psicoterapia e investigación de la consciencia), el bienestar y el equilibrio psicológico de una persona incluye comprender la forma en que se relaciona con el medio ambiente que la rodea. En este sentido, vemos esencial desarrollar una “ecopsicología” entendida como la comprensión y la mejora de la relación de los seres humanos con el resto de los seres vivos y su medio físico.
La corriente de la “ecopsicología” se formaliza realmente a nivel académico en Berkeley, California, a finales de los años 80. Se inspira de corrientes como la ecología profunda de Robert Greenway, Abraham Maslow y de la psicología transpersonal con Ralph Metzner, Paul Sheppard, Elan Shapiro, Mary Gómez y Theodore Roszak, entre otros. En general, abordar aspectos psicológicos sin tomar en cuenta aspectos ecológicos nos lleva a una curación incompleta de los problemas emocionales del ser humano al desconocer el contexto en el que éste habita y su impacto en la salud. Se trata, entonces, de redescubrir nuestro vínculo emocional con el planeta.
La ecopsicología nos describe una visión del ser humano muy parecida a las cosmovisiones indígenas, donde somos parte de un todo mayor e infinito, donde nadie ni nada es más que el otro, donde cada vida es única e irrepetible.
Quienes conformamos el Centro Empagenia, hemos vivido durante más de una década en distintos países de Latinoamérica, estando en contacto directo con sabidurías indígenas. Este aprendizaje nos ha enseñado a desarrollar en nuestro acompañamiento terapéutico lo que llamamos “espiritualidad de la vida cotidiana”.
La ecopsicología nos invita a reconectarnos con muchos aspectos que provienen directamente de sabidurías indígenas y que nutren esta “espiritualidad de la vida cotidiana”:
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La importancia de volver a confiar en los ciclos naturales como, por ejemplo, son las estaciones, a modo de evitar la automatización de nuestras vidas y asumiendo como natural un ritmo insano de producción y de autoexigencia. De esta forma, en lugar de funcionar pautados por los ritmos propios de los ciclos, acabamos distorsionando el verdadero sentido de vida.
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Es esencial que los seres humanos entendamos la naturaleza como un todo, escuchando tanto los procesos internos, emocionales como los ciclos propios de la naturaleza.
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Salir de la superioridad antropocéntrica que nos caracteriza y asumirnos como parte de una realidad mayor que tiene sus propios equilibrios y funcionamiento.
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Darnos cuenta de que el estado en el que nos encontramos como sociedad es un fiel reflejo del estado en el que se encuentra nuestro planeta.