Por Alain Mullenex.
En el proceso de psicoterapia transpersonal, el psicoterapeuta es “terapeuta en base en lo que es, en base a su historia y de sus experiencias de vida desde las más dolorosas hasta las más luminosas”. Ha podido construir su propia relación y visión de vida, lo que será fundamental en su relación con el terapeado.
Jung llamaba los terapeutas “los sanadores heridos”, haciendo referencia al arquetipo de Quirón, centauro herido por una flecha, conoce el dolor profundo y el sufrimiento, lo que le permite acercarse al dolor de los otros: el sanador lo es porque sana, pero a su vez está herido, es una paradoja existencial que vemos en el terapeuta transpersonal que busca sanar su dolor y también ofrecer la curación.
Sin embargo, en este proceso existe el riesgo que el terapeuta transpersonal pueda posicionarse más en base a sus valores, fomentadas por sus experiencias de vida que en la consideración real de donde está el otro. Esto se da de forma muy sutil, inconsciente pero refleja el hecho que el terapeuta transpersonal no ha trabajado suficiente sus heridas.
Bernadette Blin hace referencia a “una antropología del terapeuta”, es decir antropologías personales y culturales propias al terapeuta transpersonal, que hace falta volver conscientes teniendo claro el peso del propio sistema de creencias, muchas veces implícitas y no siempre explicitas.
En este sentido, una antropología de la psicoterapia transpersonal o Animaterapia para Blin es una antropología de la consciencia. El ser humano es un ser de consciencia para que el desarrollo o la curación pasa por la movilización de la consciencia.
Blin propone unos principios claves a través de su sistema de Animaterapia:
- La interdependencia: desarrollar la consciencia de las relaciones con el entorno en un sentido muy amplio. El terapeuta transpersonal representa a veces el amigo, el padre, el hermano para que el actiente pueda tomar consciencia de los vínculos que lo unen a los otros y al mundo.
“En la visión transpersonal, estamos en relación con todo lo que existe: los otros seres humanos, la naturaleza, el universo, lo visible y lo invisible, el presente, el pasado, el futuro.”
Podemos deducir una antropología de la interconexión donde la curación de una persona actúa sobre lo colectivo y el camino individual sirve a todo del universo. Este aspecto se encuentra justamente en los aspectos fundamentales del chamanismo como lo hemos podido ver antes. Blin insista en que la psicoterapia transpersonal permite no solo revalorizar lo espiritual pero también reencantar nuestra relación con la naturaleza. Para el chamanismo toda la naturaleza está impregnada de Espiritú y para el psicoterapeuta transpersonal, todo está impregnado de consciencia o de esencia. El psicoterapeuta transpersonal tiene fe en la naturaleza sagrada del ser humano, en su capacidad de auto sanación y en el vínculo que le da sentido.
- La presencia: este principio se encuentra también en la terapia Gestalt y refleja la atención, el “estar aquí con”. Esta atención se teje a varios niveles y espacios. Para Blin, significa la atención global al campo, al entorno y al proceso de la persona y la atención a uno mismo.
Esta presencia del psicoterapeuta transpersonal está caracterizada por en una escucha anclada de la atención a sí mismo, es decir, una forma de ser y estar en el mundo tomando en cuenta el cuerpo y las sensaciones del terapeuta transpersonal y del actiente.
El psicoterapeuta transpersonal tiene que dejar toda intención anticipativa en el momento y necesidad de controlar la situación, aunque sea el referente, llevando el encuadre terapéutico. Su presencia está íntimamente vinculada a su desarrollo de la consciencia, tanto hacia abajo (la tierra, la encarnación) y arriba (la consciencia, el Ser) y juntos en el corazón. Cómo dice Blin: “Es a través de su propio corazón que el terapeuta puede iluminar el corazón de la persona que está acompañando, a través de su Ser puede iluminar el Ser de su cliente”.
El psicoterapeuta transpersonal entra en intimidad con sus sensaciones y es atento a sus propias necesidades y a sus miedos. Por ejemplo, la necesidad de ser eficaz, de entender, de ser entendido, de ser aprobado y finalmente se ser amado. Blin describe estas necesidades como “vestimenta” o “velos” que hay que aceptar, pero, nos protegen de conectar con nuestras heridas, nuestra vulnerabilidad, nuestra fe o falta de fe en la vida y en el ser humano que tenemos en terapia. Es una forma de interrogarnos sobre el grado de confianza que tenemos en la vida, en el amor y en la alquimia de lo que puede pasar en un proceso terapéutico aceptando esta zona de gran misterio y del no saber.
- La vulnerabilidad: las necesidades, los miedos y las certidumbres protegen al terapeuta de estar en contacto con su sombra y su luz. Esta luz es la misma luz que habita el actiente. La psicoterapia transpersonal incluye las imperfecciones del terapeuta como su estado emocional, su cansancio, su desanimo frente a la relación terapéutica. Estos aspectos se pueden a veces compartir para dejar aparecer nuestra humanidad.
- La confianza y la fe: el psicoterapeuta transpersonal trabaja más con lo que es que con lo que sabe integrante su experiencia propia y teniendo fe y confianza en su propia sensibilidad. Todas las experiencias de vida que ha tenido y los acompañamientos que ha realizada van a nutrir esta fe. El camino de la experiencia es clave para poder tener la confianza de acompañar la vivencia y ayudar al tránsito de sus dolores y sus sufrimientos. Se necesita una apertura para escuchar sin juicio, lo que no he transitado de la historia del otro. Según Blin, el animaterapeuta conoce sus partes oscuras y puede entonces escuchar, respetando la sombra del otro. Este proceso se puede dar a través de la confianza y es esta misma que “en une escucha sin intención preestablecida, que se puede desarrollar la confianza del otro para desarrollar su propia capacidad de vida. Esta confianza está llevada por la fe del terapeuta en el ser humano y en su evolución”. En este sentido, el terapeuta suscita una vida espiritual fuera de todo dogma donde la espiritualidad es vivir en armonía con uno mismo, el otro y el todo.
Sabemos que la confianza es una de las bases del vínculo terapéutico porque crea las bases de la una seguridad consciente en un encuadre de confidencialidad, respeto mutuo y de no pasar al acto. Sin embargo, para tener un real proceso de cambio y de transformación para que el no- consciente se manifieste, el terapeuta transpersonal tiene que ganar la confianza de este no- consciente, estando comprometido en su propio camino de consciencia y tener una práctica espiritual.
- La humildad y la creatividad: Para Blin, el psicoterapeuta transpersonal no es un experto porque el terreno del conocimiento del individuo es infinito. Es a través de su propia experiencia humana que el terapeuta puede acompañar. Si uno ha trabajado suficientemente sus heridas, se instala un movimiento hacia la humildad sabiendo que hay espacios infinitos donde permanece un “yo no sé” desde el Ser y no desde el saber. La humildad permite el encuentro real con el otro pensando que hay siempre una parte invisible en toda relación. El terapeuta transpersonal asume su responsabilidad en la relación, pero evita juzgar e imponer, dejando un espacio a la duda. El terapeuta transpersonal favorece dos movimientos complementarios: hacia dentro con la interiorización y el sumergir en las profundidades, y hacia fuera con la exteriorización y la pulsión creativa.
Según Chavas co- escritora del Manual de psicoterapia de Blin:
“El terapeuta transpersonal, es un creador. Se empeña, se compromete, inventa y crea vinculo participando a la apertura de los seres, de los corazones a los cuerpos y al despertar de las almas. Lo hace con autenticidad, se deja tocar, actuar, escuchar, acoger, decir. Se deja amar y odiar a veces por este otro y estos otros. Dejando fluir el soplo de vida entre ambos, con confianza en el movimiento, en la acogida de lo que es él y el otros en sus semejanzas y diferencias. ¡Y esto, es arte!”
- El amor en la relación terapéutica
Para Blin, la relación psicoterapéutica transpersonal va hacia la intimidad, hacia un amor verdadero que respeta el otro como al terapeuta. Un amor que invita a la autonomía y a la libertad de ambos. Para la animaterapia, es el camino alrededor de la relación consciente que es esencial y que permite la transformación. El amor no es lo que existe entre los, pero es lo que se revela cuando el uno y el otro se acercan. El encuentro verdadero entre los dos, las dos alteridades, abre el espacio al amor.
La relación terapéutica se vuelve un camino de apertura donde el actiente y el psicoterapeuta caminan voluntariamente juntos en un camino de consciencia donde los dos se encuentran nutridos a la vez. El psicoterapeuta se beneficia también de las incursiones en las profundidades del otro, hay “una fertilidad reciproca”.
- Ser un reflejo, transferencias y contra transferencias: Blin toma por ejemplo la necesidad de reconocimiento como necesidad vital en el desarrollo del niño. El psicoterapeuta representa este otro donde se puede volver a restaurar un modelo de relación del niño del actiente con él mismo. Recibiendo un espejo, un reflejo del terapeuta transpersonal, el actiente puede construir una identidad distinta incluyendo el tránsito por las heridas de su niñez. El actiente empieza a verse en la mirada del terapeuta transpersonal hasta que tomo suficiente confianza para verse sin su mirada.
La transferencia en la psicoterapia transpersonal no es un eje esencial de atención como en el psicoanálisis. Sin embargo, como en todo tipo de relación, estos fenómenos aparecen y se tienen que volverse conscientes, acompañarlos y trabajar las emociones o los sentimientos que puedan producir.
Hay que tomar en cuenta que las transferencias y contra transferencias pueden ser una repetición que enmascara el miedo hacia lo desconocido en la relación terapéutica. Lo desconocido es lo que nos genera más miedo y puede ser doloroso y preferimos repetir nuestras historias pasadas en vez de vivir lo nuevo. Eso significa transferir al terapeuta, la persona que ha faltado y que ha herido. Esto implica que el terapeuta transpersonal tiene que saber acompañar este proceso de transformación y acoger esta transferencia como una forma viva de la relación sin identificarse con la demanda implícita del actiente y que le sea posible mantener su distancia y su consciencia sobre lo que está sucediendo al actiente y a él mismo: es decir la contra- transferencia.
Por un lado, en la relación psicoterapéutica se van mezclando imágenes, sensaciones, pensamientos donde los dos sujetos son los creadores y no siempre es fácil entender quién es el creador.
Por otro lado, la psicoterapia transpersonal va más allá de la necesidad de ser reflejado en el proceso psicológico. Se trata de reflejar nuestra naturaleza espiritual y nuestra profunda dimensión del ser a través de otro que nos acompaña en revelarla. El psicoterapeuta transpersonal debe poder reflejar el gran misterio al actiente a través de su mirada amplia y su acogida incondicional que refleja “lo más amplio de lo que somos”. Es un camino que permite al actiente de poco a poco instalar en su interior un otro, que le irá recordando que es mucho más de lo que pensaba. Es ayudar a conectar al otro con su dimensión infinita y no limitada a su ego, sin entrar en su misterio, pero invitarlo a explorarlo.
- Meditación y momentos de gracia: Blin nos explica que los momentos de meditación son igualmente importante que los momentos de exteriorización y de liberación. Los momentos de interiorización y meditación permiten la desidentificación con las historias y contenidos del ego: “Permite distinguir lo que pertenece a nuestra organización psíquica de lo que pertenece a la consciencia pura”.
El animaterapia es a veces un proceso de meditación común donde el terapeuta transpersonal y el actiente abordan juntos aspectos y dimensiones del ser que el actiente sólo, no podría abordar. El terapeuta transpersonal con su escucha y percepción puede facilitar el acceso a una atención más profunda del actiente sobre las raíces de su sufrimiento y sus dificultades.
No se trata de negar la inteligencia y la comprensión de los fenómenos, pero de dejar un espacio a la intuición para clarificar el pensamiento. La conexión con el cuerpo, las emociones se observan para construir un espacio donde las heridas pueden ser tocadas y contenidas.
En este sentido, el psicoterapeuta transpersonal sigue explorando la consciencia y acompaña al actiente en sus exploraciones que lo llevan a veces a estados de gracia. Siendo guía o compañero de viaje a través de los estados alterados de consciencia, el psicoterapeuta transpersonal enseña a recuperar la facultad del niño de asombrarse, de sentir gracia por el mero de hecho de ser vivo.
Compartir los momentos de gracia es también un tesoro de la relación terapéutica. En la intimidad de la relación emergen a veces, momentos de gracia totalmente inesperados que iluminan un instante la vida de los dos y los transforman a los dos.
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